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La jornada 23 de Liga acercó un poquito a los dos de arriba. ¿Sigue la Liga decidida? En mi opinión, mientras el Madrid esté "a más de un partido" de distancia del Barça, sí, ... pero me puedo equivocar...
Además, el fin de semana nos ha dejado: la victoria del Valencia en el Calderón -cuarta derrota consecutiva de los rojiblancos- que puede suponder el final de Quique (¿y por fin de la Dinastía Gil?), otra derrota más del Sevilla, que le aleja definitivamente de los puestos de Champions; la derrota del Villarreal; y otro empate en casa del Málaga, que no acaba de arrancar tras su revolución de invierno y sigue último..
A continuación os dejamos un resumen de los tres partidos de la jornada 23ª de la Liga BBVA...
Atlético de Madrid, 1 – Valencia,2
Joaquín, en estado de gracia, sentenció el partido. La felicidad que llevó Reyes a la grada a los tres minutos la destrozó el extremo gaditano con sus goles a cinco minutos del final de cada tiempo, El Atlético de Madrid, que comenzó la temporada henchido, eliminado en Europa y de la Copa, con 30 puntos tras 23 jornadas de Liga y cuatro derrotas consecutivas, masca su tragedia.
El Valencia comenzó el curso llorando su condición de humilde, obligado a vender a sus jugadores más valorados. Fichó a precios asequibles, ahorró y fundamentó su permanencia en la elite en el orgullo de vestir la camiseta de Mestalla. Emery no disfrutó de un respaldo porque con los primeros tropiezos le llegaron las voces estridentes y la desconfianza social. Sin embargo, ha sujetado a su plantilla, la ha convencido de que puede sostenerse entre los grandes y ahí está, en el segundo escalón de la 'Liga A Dos'.
Sin embargo, lo que se vio en el Calderón no justificó los ya 17 puntos de diferencia entre el Valencia y el Atlético. Por juego, el equipo de Emery no desmostró ser mejor, aunque su posesión de balón fuera superior. Sus pases lentos y cortos en propio campo y sus dificultades para avanzar indicaron desde el comienzo que el balón no es parte crucial de su estrategia. El Atlético de Madrid tira por el mismo camino, pero con una inseguridad en sus fuerzas que lo traiciona. En la defensa, que “amenaza con cagarla” a cada llegada del rival, igual que el centro del campo. Las variaciones de Quique aumentan esa sensación de inseguridad, que refleja su equipo en cada actuación. Incluso partiendo con ventaja, su confianza se parte en dos en cuanto su adversario teje tres o cuatro pases seguidos.
Los rojiblancos llevaron bien el partido hasta la media hora, sujetos al gol de Reyes y a la parsimonia valencianista. La apertura del marcador se produjo de improviso, en un balón recuperado por Forlán y la indecisión imperdonable de los defensores valencianistas, que dejaron al sevillano entrar en su área y perfilar su remate con la izquierda, cruzado lo justo para superar a Guaita.
El Valencia encontró algo de fluidez a 10 minutos del descanso y eso fue suficiente para engarzar dos jugadas de claro peligro en área del Atlético, donde siempre hay algún tesoro que recoger. La segunda -un balón que Pablo le sustrajo a Raúl García, un centro de Alba, la inacción de Soldado y el remate a placer de Joaquín supuso el empate.
Lo ramplón gobernaba la segunda parte, hasta que los banquillos empezaron su trasiego habitual y el Atlético se vio obligado a echarle más veneno a su juego. Lo mejor siempre lo acaparó Reyes, cuyo partido fue impecable. Forzó el penalti claro de Maduro y derrochó ingenio y esfuerzo en jugadas de alto nivel. Pero a Diego Forlán se le está atravesando la temporada: El poste lo rechazó.
El Valencia contrarrestó el ataque del Atlético. Cruzó a sus defensas en cada acción del Kun, de Forlán o de Reyes y cedió saques de esquina a barullo. No es una disciplina que domine este Atlético una vez que se fue quien los lanzaba casi todos, Simao. Joaquín soltó una respuesta letal. Un fenomenal acelerón de Jordi Alba hasta casi el final del pasillo izquierdo, un pase retrasado a la frontal para que Pablo cediera a Joaquín, quien, en carrera, apuntó y sepultó las buenas cualidades de David de Gea bajo el descomunal peso de otra derrota.
F.C. Barcelona, 1 – Real Sporting Club, 2
En Gijón se truncó la racha de 16 triunfos consecutivos del Barcelona en Liga. Un resquicio de luz para el campeonato y una pista para el porvenir de Guardiola, que reservó a Pedro, Busquets y Abidal ante la inminencia de la Champions. No existió el Barcelona en el primer tiempo y debió conformarse con un punto. El resto, el honrado sudor y las toneladas de emoción en cada refriega, fue patrimonio del Sporting, que trabó el partido sin recurrir a la violencia, como sugieren ciertos gurús.
Antes del descanso, el Sporting apenas llegó al 30% de la posesión y se limitó a cinco faltas. Sin embargo, lo hizo todo perfecto y bien que mereció el 1-0, fruto de una potentísima diagonal de Barral desde la izquierda. Su humilde propuesta fue juntarse y emplearse al límite en cada refriega. Un trabajo de cíclope que abortó el juego azulgrana, limitado a una simplona circulación por el centro. Sólo Iniesta, con dos disparos desde la izquierda, creó inquietud en Cuéllar durante el primer tiempo. Sin ritmo de balón, desconectado Messi, todo lo demás fue impotencia.
No funcionó en absoluto la titularidad de Afellay, sin influencia en el perfil derecho. Las ayudas de André Castro y Nacho Cases, y las aventuras de Miguel de las Cuevas, hacían feliz al estadio. Hasta el final, sólo había que seguir corriendo e implorar el perdón divino de Messi. No poca cosa, por cierto.
Sin embargo, por una vez en ni se sabe el tiempo, Leo pareció un delantero de carne mortal. Tropezó más de lo conveniente y se quedó seco ante Cuéllar. Sólo dejó un par de paredes con Xavi y dos zurdazos al comienzo del segundo acto, coincidentes ambos con los mejores minutos del Barça. El portero atajó un disparo a bocajarro de Xavi y otro de Alves.
Superado el trance a duras penas, siguió afanándose el Sporting, metidito atrás y sin más recurso que el pelotazo. Algo le ayudó la novedad de Canella por la izquierda. También la incipiente desesperación de un líder invicto desde el pasado 11 de septiembre. Cuando más se retorcía el bigote Preciado, llegó de la nada el 1-1, fruto de la salida en falso de Cuéllar y el distinguido toque de Villa.
Con 10 minutos por delante, el Sporting se miraba frente a frente con el horror al vacío. Cada vez más fatigado, expuesto a cualquier genialidad del rival, la derrota no parecía una injusta quimera. Guardiola prescindió de Iniesta para recurrir a Bojan, aunque sólo Pedro rozó el milagro con un remate en plancha en el segundo palo. En el fondo, por primera vez en mucho tiempo, el campeón daba por bueno el reparto. Si algún culé o madridista esperaba palmaditas en la espalda en Gijón, apañado iba. Las mentiras siempre tienen las patas cortas.
R.C.D. Espanyol, 1 – Real Madrid, 2
El Madrid tiene un don para la supervivencia y a él se aferró en Cornellá, donde sacó un triunfo vital pese a la expulsión de Casillas en el minuto 2. De sus virtudes, ante el Espanyol exhibió ese continuo batallar, desde el debutante Adán hasta el estelar Cristiano, sin olvidar a Marcelo, decisivo con su gol. Enfrente, el Espanyol pecó de ingenuo y se libró de una derrota más dolorosa por los reiterados errores de Adebayor, único borrón blanco de la noche.
Mourinho puede sentirse orgulloso de su equipo, que demostró carácter y se sacrificó como un solo hombre, sin importarle la inferioridad. De hecho, tras la inmediata roja y prescindir de Di María, el Madrid se revolvió como fiera herida. Primero se acercó con Khedira en dos corners y luego rozó el larguero con un disparo de Marcelo. El mismo Khedira puso en apuros a Kameni desde la media distancia. Al Madrid, con las defensas bajas, se le disparaba la fiebre con ese contínuo ir y venir. Si el Espanyol quería zafarrancho a campo abierto, se lo iba a encontrar.
El primer tiempo fue un alboroto, un monumento al fútbol vertical, con dos tranvías por la misma vía y en sentidos opuestos. Tan hermoso para el espectador como inconveniente para Pochettino, que ha convertido el parvulario 'perico' en la revelación de la Liga. Descontrolado, con la defensa parcheada por las bajas de David García y Forlín, el Espanyol se lanzó hacia la victoria con determinación suicida. Aceleró demasiado y descuidó los espacios.
Se jugó sin pausa ni mediocentros, con el pedal a fondo, sin excusas ni cansancios. Un panorama propicio para Mourinho, que cuenta con 'purasangres' de culo inquieto y zancada larga. A Marcelo no le importó descuidar la espalda para lanzarse arriba, como mejor acompañante de Cristiano. Por algo nació de esta sociedad el 0-1, facilitado por Kameni. Incluso Adebayor demostró que la potencia necesita control. Dos aceleraciones suyas, resueltas como la noche y el día, acabaron en los guantes del portero y en el travesaño.
Algo de daño también pudo hacer el Espanyol, especialmente con la imaginación de Verdú y los desmarques de Callejón. Sus volantes, inferiores ante Alonso, no objetaron pausa alguna. De hecho, uno de ellos Javi Márquez pudo empatar en una acción de estrategia. Puede que si no hubiera llegado el descanso, el estadio hubiera volado por los aires.
Chillaba tanto la gente que al Espanyol no le quedó otra que buscar el empate con denuedo. Con más pausa y más balón, aunque poco exigente ante Adán, que sólo interpuso una manopla a un intento de vaselina de Verdú. Algo mejoró con la entrada de Dátolo y la zurda de Javi Márquez. Tampoco le ayudó un error del juez de línea para frustar un mano a mano de Callejón. Pero su dominio rara vez hizo rasguños en la zaga blanca.
Al contrario, se olió más cerca el 0-2 gracias al inmenso esfuerzo de Alonso, Cristiano o Adebayor. Si además hubiera comparecido Özil, se habría pasado de las amenazas a los hechos. Pero al alemán no le gustan estas noches tan movidas, más propicias para el poderío físico de CR-7. Pudo echar la persiana el Madrid con dos carreras del portugués, una mal rematada por Adebayor y otra neutralizada con un agarrón de Amat.
Mourinho no quiso mover el banquillo hasta última hora. Siempre generoso en el afán, con la serenidad de Pepe y Carvalho atrás, sólo los descuidos de Marcelo causaban dudas. El avance del reloj desgastó las piernas visitantes, pero también la moral de los jóvenes 'pericos'. Ellos sabían que durante 88 minutos apenas habían podido hacer frente a un Madrid heroico, crecido ante la adversidad. Como tantas veces en su historia.
Fuente: ElMundo.es