En un bar en Tibet, Lhasa. Noviembre de 2006. James y yo nos pusimos a hablar de fútbol, cada uno con una cerveza Everest -que tenía un sabor totalmente diferente a la Kilimanjaro de Tanzania- de casi un litro. A la vez, las chicas -su novia, Marie Claude y mi "proyecto", Elisabeth- conversaban entre ellas en francés.
La pelotita es un tema comodín de conversación entre dos chicos que se acaban de conocer, no sólo en España, o en el comedor con tu padre, sino en todo el mundo. Algo así como hablar del tiempo con el del 3ºB cuando coincidís en el ascensor.
Fanático del Liverpool y del Hearts F.C. en la débil liga escocesa, me habló sin parar a respirar -solamente para dar grandes sorbos al botellón de birra-, y sin ahorrarse ningún elogio o superlativo, del Gran Fábregas, del Arsenal. No era la primera vez que oía hablar de él en este viaje, de hecho en África vi bastantes posters y cromos de él en los kioscos.
Esta relevancia del balompie será incomprensible para muchos de los que estéis leyendo esto. Al fin y al cabo, es una simple actividad banal y trivial. Pero es posible que para un grupo de desconocidos, de distintos lugares alejados del mundo, aun cuando no entendiesen los unos la lengua de los otros, el fútbol es tan universal como medio de comunicación que con un gruñido extemporáneo, un gesto hecho con las manos o la sola mención de un nombre evocador -Messi, Ronaldo, Torres-, en seguida se habrían llevado a las mil maravillas, asintiendo furiosamente los unos con los otros.
Como relata John Carlin que le aconteció, en su libro “Los Ángeles Blancos” [Editorial Seix Barral. 2004]: “Fui a África a escribir sobre la epidemia de sida, pero allí casi nadie quería hablar más que de David Beckham y el Real Madrid. No tendría que haberme extrañado. Apenas había pasado una semana de lo que con el tiempo llegaría a ser -dejando a un lado la discutible excepción del estallido de la guerra en Irak- la noticia de mayor impacto global en 2003: el fichaje del futbolista más glamouroso del mundo por parte del club blanco. Lo que sí me pilló desprevenido, sin embargo, lo que me dejo boquiabierto de puro asombro, a bordo de un minibús que traqueteabaa por el mayor de los barrios marginales de Nairobi, el laberinto plagado de sida de Majengoo, fue el profundo conocimiento que tenían mis compañeros de viaje , el detalle con que la docena de personas que compartía vehículo conmigo discutía no sólo el traspaso de David Beckham por parte del Manchester United, sino también la otra cuestión candente del día: por qué el presidente del Real Madrid había despedido a su entrenador.” …
La pelotita es un tema comodín de conversación entre dos chicos que se acaban de conocer, no sólo en España, o en el comedor con tu padre, sino en todo el mundo. Algo así como hablar del tiempo con el del 3ºB cuando coincidís en el ascensor.
Fanático del Liverpool y del Hearts F.C. en la débil liga escocesa, me habló sin parar a respirar -solamente para dar grandes sorbos al botellón de birra-, y sin ahorrarse ningún elogio o superlativo, del Gran Fábregas, del Arsenal. No era la primera vez que oía hablar de él en este viaje, de hecho en África vi bastantes posters y cromos de él en los kioscos.
Esta relevancia del balompie será incomprensible para muchos de los que estéis leyendo esto. Al fin y al cabo, es una simple actividad banal y trivial. Pero es posible que para un grupo de desconocidos, de distintos lugares alejados del mundo, aun cuando no entendiesen los unos la lengua de los otros, el fútbol es tan universal como medio de comunicación que con un gruñido extemporáneo, un gesto hecho con las manos o la sola mención de un nombre evocador -Messi, Ronaldo, Torres-, en seguida se habrían llevado a las mil maravillas, asintiendo furiosamente los unos con los otros.
Como relata John Carlin que le aconteció, en su libro “Los Ángeles Blancos” [Editorial Seix Barral. 2004]: “Fui a África a escribir sobre la epidemia de sida, pero allí casi nadie quería hablar más que de David Beckham y el Real Madrid. No tendría que haberme extrañado. Apenas había pasado una semana de lo que con el tiempo llegaría a ser -dejando a un lado la discutible excepción del estallido de la guerra en Irak- la noticia de mayor impacto global en 2003: el fichaje del futbolista más glamouroso del mundo por parte del club blanco. Lo que sí me pilló desprevenido, sin embargo, lo que me dejo boquiabierto de puro asombro, a bordo de un minibús que traqueteabaa por el mayor de los barrios marginales de Nairobi, el laberinto plagado de sida de Majengoo, fue el profundo conocimiento que tenían mis compañeros de viaje , el detalle con que la docena de personas que compartía vehículo conmigo discutía no sólo el traspaso de David Beckham por parte del Manchester United, sino también la otra cuestión candente del día: por qué el presidente del Real Madrid había despedido a su entrenador.” …
“El resto de los pasajeros del minibús, todos ellos angloparlantes, eran sobre todo personal médico que se dirigía, igual que yo, a una clínica del centro de Majengo, donde estaban llevando a cabo diversas pruebas a un grupo de prostitutas que parecían inmunes al sida, que no habían llegado a ser seropositivas a pesar de años de esfuerzos lamentablemente imprudentes por sucumbir a la temida enfermedad. Pero nadie en el minibús tenía ni idea de quién era yo, nadie sabía que el blanco alto y melenudo encajonado en el rincón derecho del fondo no sólo había llegado el día anterior procedente de España, sino que casualmente, era un gran aficionado al hermoso deporte del fútbol … Lo cual, por supuesto, hizo que me asombrase todavía más que semejante tema de conversación fuera el primero en surgir; que el hombre del minibús hubiera sacado a relucir los nombres de Florentino Pérez y de Vicente del Bosque dando por sentado que todos los presentes estaban al tanto de quiénes eran. Atónito me callé y escuché lo que allí se comentaba”...
“Y de ese modo siguió desarrollándose la conversación, de una punta a otra del bus, al tiempo que yo me iba percatando, a gran velocidad de que -al menos en lo referente al fútbol- no tenía nada nuevo que ofrecer a aquellas personas. Por la ventanilla del minibús se veía jugar a niños pequeños, desnudos, en charcas de agua viscosa; uno de cada cuatro adultos que vimos pulular por el laberinto de chabolas de hojalata que conforma Majengo era seropositivo, pero sus compatriotas, dentro del autobús -y no me cabe la menor duda de que también muchos, fuera- estaban perfectamente al día de los últimos acontecimientos del Real Madrid, o del Barça, tanto como mis amigos allá en España, a un millón de kilómetros de todo aquello. Podría haberles presentado a Ángel, el taxista con el que voy a ver los partidos por televisión en un bar que está empapelado de arriba abajo con fotos de los equipos...; podría haberles presentado a Pedro...; podría haberles presentado a Sebastián, que ha pasado una muy dura separación matrimonial, a la que ha ayudado a salir adelante su abono en el sacrosanto estadio... Podría haber presentado a mis compañeros de viaje en aquel minibús a cualquiera de los fanáticos … criados allí, en casa, y en cuestión de segundos habrían entablado conversaciones como si se conocieran de toda la vida.”
-¡Venga, que van a servir la sopa! -nos sacó MC de nuestro ensimismamiento futbolero.
-¡Ya vamos! -contestó James a su esposa, acercándole el plato al camarero.
Apuré un trago de la cerveza.
-Me apetece sopa calentita -dije en voz alta-. ¡Ah! Al famoso Fábregas nosotros le llamamos simplemente Cesc. Y va a ser muy bueno, posiblemente ya lo es, pero no le conoce tanta gente en España y ha sido suplente en la selección que acaba de caer eliminada en Alemania, en cuartos contra Francia.
-¡Ya vamos! -contestó James a su esposa, acercándole el plato al camarero.
Apuré un trago de la cerveza.
-Me apetece sopa calentita -dije en voz alta-. ¡Ah! Al famoso Fábregas nosotros le llamamos simplemente Cesc. Y va a ser muy bueno, posiblemente ya lo es, pero no le conoce tanta gente en España y ha sido suplente en la selección que acaba de caer eliminada en Alemania, en cuartos contra Francia.
-¡Pesados! ¡Dejad el fútbol, que me muero de hambre! -protestó otra vez MC- y hay que planificar nuestra ruta por el Tíbet.
Escrito por: Carlos López Vivas.
Un relato precioso... Prometo no volver a meterme con el futbol!!! jejejej
ResponderEliminarLo que inteto decir Elisa es precisamente eso, que es un tema de conversación y d diversión como cualquier otro
ResponderEliminarEl Futbol es la vida de la jente Yo soy futbolista joven de la liga 10-12 ke kiero ser futbolista i creo ke este relato kiere ke lo dejemos pa joder alos creadores la "fifa" pero no la jenteno lo dejara
ResponderEliminarel barça i madrid es una guerra lose pero eso ase feliz ala gente xD
ResponderEliminarsi al futbol nunca lo dejare ni de koña lo dejo
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